José Contacto siempre fue un hombre muy simpático, un experto en relaciones públicas. Servicial, atento y solícito con los que le rodeaban. Todo es estupendo para José Contacto salvo por un pequeño detalle: su “entrega” se ha caracterizado por una sospechosa selectividad. ¿Quiénes son los beneficiarios de su simpatía? Los ricos, influyentes y poderosos.
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José Contacto, si lo observas con un poquito de atención es estrategia pura. Se acerca y aleja de la gente a partir de un único filtro: ¿puedo obtener algún beneficio de esta relación o no? Hasta su espiritualidad la piensa en función de los negocios. Asiste a lugares o participa en comités de servicio con objetivos firmes: negocio, ascenso, lucro, cargos, y reconocimiento.
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Todo vínculo que pueda aportarle algún poder extra es más que bienvenido. Aquellos que no encajan con este perfil son rápida y diplomáticamente rechazados. Por momentos, es consciente de su estrategia y, en otras ocasiones, producto de años de experiencia, ni registra lo que hace. Ahora bien, puede no registrar su estilo; pero tiene un olfato singular para detectar cualquier situación donde alguien quiera aprovecharse de él. Se ofende y acusa a cualquier individuo que cometa la osadía de hacer aquello que él mismo hace todo el tiempo.
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¡Cuánto tiene para aprender José y cada uno de nosotros sobre lo que Stephen Covey plantea en su libro “El octavo hábito”:
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“…el servicio por encima de uno mismo.
Ése es el verdadero ADN del éxito.
No se trata de `lo que puedo sacar de esto´
sino `¿qué puedo aportar?´”.
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Y agrega una frase de autor anónimo:
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“Busqué a mi Dios, y a mi Dios no encontré.
Busqué a mi alma y mi alma se escapaba.
Busqué a mi hermano para servirle en su necesidad
y los encontré a los tres: a mi Dios, a mi alma y a ti”.
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No tengo la más mínima duda que la mayoría de los regalos que Dios nos ha dado, nos da y nos dará vendrán de la mano de alguien. Han existido y existirán personas a nuestro alrededor con un gran potencial de hacernos bien. El problema nuestro es que, a veces, queremos “ayudar” a Dios para que se acelere este proceso.
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Dios nos invita a servir al prójimo. Algún día, por sorpresa, nos encontraremos con el servicio del otro hacia nosotros. ¿El ser humano como responde a ese llamado de Dios? Desconfía que Dios sea el que nos hará crecer y sale a buscar “rescates humanos”. Cuando luego de haber invertido en el otro, no se obtiene el “retorno” esperado, se ofende y se siente estafado. Entre nosotros… ¿quién fue el verdadero estafador?
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José Contacto, si lo observas con un poquito de atención es estrategia pura. Se acerca y aleja de la gente a partir de un único filtro: ¿puedo obtener algún beneficio de esta relación o no? Hasta su espiritualidad la piensa en función de los negocios. Asiste a lugares o participa en comités de servicio con objetivos firmes: negocio, ascenso, lucro, cargos, y reconocimiento.
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Todo vínculo que pueda aportarle algún poder extra es más que bienvenido. Aquellos que no encajan con este perfil son rápida y diplomáticamente rechazados. Por momentos, es consciente de su estrategia y, en otras ocasiones, producto de años de experiencia, ni registra lo que hace. Ahora bien, puede no registrar su estilo; pero tiene un olfato singular para detectar cualquier situación donde alguien quiera aprovecharse de él. Se ofende y acusa a cualquier individuo que cometa la osadía de hacer aquello que él mismo hace todo el tiempo.
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¡Cuánto tiene para aprender José y cada uno de nosotros sobre lo que Stephen Covey plantea en su libro “El octavo hábito”:
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“…el servicio por encima de uno mismo.
Ése es el verdadero ADN del éxito.
No se trata de `lo que puedo sacar de esto´
sino `¿qué puedo aportar?´”.
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Y agrega una frase de autor anónimo:
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“Busqué a mi Dios, y a mi Dios no encontré.
Busqué a mi alma y mi alma se escapaba.
Busqué a mi hermano para servirle en su necesidad
y los encontré a los tres: a mi Dios, a mi alma y a ti”.
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No tengo la más mínima duda que la mayoría de los regalos que Dios nos ha dado, nos da y nos dará vendrán de la mano de alguien. Han existido y existirán personas a nuestro alrededor con un gran potencial de hacernos bien. El problema nuestro es que, a veces, queremos “ayudar” a Dios para que se acelere este proceso.
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Dios nos invita a servir al prójimo. Algún día, por sorpresa, nos encontraremos con el servicio del otro hacia nosotros. ¿El ser humano como responde a ese llamado de Dios? Desconfía que Dios sea el que nos hará crecer y sale a buscar “rescates humanos”. Cuando luego de haber invertido en el otro, no se obtiene el “retorno” esperado, se ofende y se siente estafado. Entre nosotros… ¿quién fue el verdadero estafador?
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Amigo (a), no nos estafemos mutuamente. Sirvámonos dejando la calculadora de lado. Renunciemos al “¿cuánto di, cuánto me van a dar?”. Si en definitiva, nada es nuestro. Somos administradores circunstanciales de presentes que Dios nos ha hecho. No necesitas acercarte al poder o a los influyentes para llegar a donde Dios te quiere llevar. Dios es el más Poderoso, el más influyente de todos. Acércate a Él pues te ama. Él sabe dónde debes estar hoy y sabe el lugar en el que necesitar estar en el futuro. Camina este día al lado de Aquel que es el Amor mismo y el Todopoderoso. No necesitas de ningún poderoso (con minúscula).
Amigo (a), no nos estafemos mutuamente. Sirvámonos dejando la calculadora de lado. Renunciemos al “¿cuánto di, cuánto me van a dar?”. Si en definitiva, nada es nuestro. Somos administradores circunstanciales de presentes que Dios nos ha hecho. No necesitas acercarte al poder o a los influyentes para llegar a donde Dios te quiere llevar. Dios es el más Poderoso, el más influyente de todos. Acércate a Él pues te ama. Él sabe dónde debes estar hoy y sabe el lugar en el que necesitar estar en el futuro. Camina este día al lado de Aquel que es el Amor mismo y el Todopoderoso. No necesitas de ningún poderoso (con minúscula).
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